martes, 29 de enero de 2013

1. Juicio




Ahora comenzaba lo difícil, lo verdaderamente duro. Ahora vendría la primera de muchas preguntas que tendría que responder en esa ocasión en la que ya no había la opción de callar, o de fingir que no había escuchado. Tenía que responder, con una seguridad y un aplomo que realmente no sentía, pero que estaba tan acostumbrado a simular que apenas era consciente de estar mintiendo. Era solamente una prenda más que ponerse por las mañanas antes de salir de casa, y que lo acompañaba en todo momento, porque no podía permitirse el lujo de que nadie descubriese lo que pensaba en realidad. Nadie. Ni siquiera su compañero de piso. Él menos que cualquier otro...

Por supuesto, Yunho conocía sus motivos, sabía lo que había detrás de lo que iba a hacer y compartía su punto de vista, pero ni siquiera a él le había dejado conocer lo que había más allá de eso, lo mucho, muchísimo que había necesitado a sus compañeros, y las horas que había dedicado a repasar en su mente imágenes y momentos que parecían prácticamente un sueño. Un sueño que en algún punto debió de haber sido feliz, pero que se tornó en pesadilla antes de que pudiese llegar a saborearlo completamente.

Yunho se lo imaginaba, por descontado, pero no podía precisar hasta qué punto le ocultaba las cosas, porque bastante tenía con su propio sufrimiento, ese que lo aplastaba y lo había vuelto tan taciturno y reservado como él mismo. Pero, mientras que él era un maestro en ocultar lo que sentía, Yunho era apenas un amateur, al menos cuando se permitía relajarse al cruzar el umbral del piso que compartían. Changmin no preguntaba porque podía verlo todo en su cara, y Yunho había dejado de preguntar hacía tiempo al ver que sus respuestas eran siempre las mismas, tan vacías e insustanciales como las que le daba al resto del mundo.

Si le hubiese contado cuanto temía ese momento, Yunho se hubiese preocupado de forma exagerada, lo que le haría incrementar sus propios temores, que no eran pocos. Y ambos necesitaban estar concentrados y serenos para poder enfrentarse a ese interrogatorio que no habían podido eludir por más que lo intentaron. La justicia exigía una declaración de las partes, y los únicos que podían contradecir las declaraciones de Yoochun, Junsu y Jaejoong eran Yunho y él, porque se suponía que solamente ellos habían estado en las mismas condiciones que los otros cuando estos interpusieron la demanda contra la compañía.

Era un mero trámite, algo que sabían que no iba a cambiar nada, y mucho menos a influir en la resolución. Los abogados de SM eran perfectamente capaces de encontrar hasta la laguna más pequeña que hubiese en las leyes para ponerlas a su favor. Y para que la compañía siguiese haciendo lo que le daba la gana, como siempre había hecho....

No, eso no era lo que le preocupaba. Era la mirada entre inquisitiva y apenada con que lo contemplaba Jaejoong, sentado al otro lado de la sala, con una sonrisa de ánimo para él, que enmascaraba cualquier otro pensamiento que pasase por su mente; el gesto de Yoochun, a su lado, aparentemente despreocupado, pero captando con perfecta claridad lo que ocurría en el tribunal; y la frialdad de Junsu, que lo atravesaba con una mirada tan gélida y desconfiada que costaba creer que esos ojos pudiesen ser tan cálidos en la mayoria de las situaciones...

Había deseado infinidad de veces tenerlos delante, a una distancia como la que los separaba ahora, que podía salvarse con unos cuantos pasos en una dirección u otra, pero por nada del mundo hubiese deseado que fuese en esa situación. Sin embargo, a pesar del momento no apartó la vista, clavándola en los ojos profundos de Jaejoong, mientras el abogado de SM Entertainment pasaba de las preguntas rutinarias a las específicas del caso. No tenía porque apartar la vista puesto que estaba haciendo lo correcto, lo mejor para todos. Para los cinco.

—Señor Shim, ¿Considera usted que la forma en que SM Entertainment trataba a los miembros de Dong Bang Shin Ki era injusta?

No se lo pensó ni un instante. Sin dejar de mirar a sus compañeros, con voz firme y serena, respondió:

—No.

Yunho no levantó la vista hacia su compañero, ni siquiera cuando escuchó ese tono de voz impersonal pronunciar la negativa. Sabía perfectamente lo que iba a decir puesto que era lo mismo que él iba a declarar, pero esa certeza no hacía más fácil escuchar de sus labios esas mentiras. ¿Injusta? El adjetivo se quedaba corto para definir la manera en que los había tratado la empresa, la manera en que todavía los trataba, especialmente a Changmin. Habían tenido que soportar demasiados desplantes, broncas, golpes y horarios abusivos como para contarlos, y la cosa no había mejorado prácticamente nada cuando comenzaron a triunfar en toda Asia. Si acaso, se había hecho peor, con agendas imposibles para días que sólo constaban de veinticuatro horas, pesase a quien le pesase. Y con más presión y más obligaciones de las que nadie debería estar obligado a soportar.

Y estaba seguro de que todos los presentes lo sabían. No sólo sus compañeros —a los que ni siquiera había podido mirar más de dos minutos desde que había entrado en la sala—, sino también los abogados, el tribunal y hasta los guardias que custodiaban las puertas. Por mucha seguridad y aplomo que Changmin le diese, seguía siendo una mentira, una tan obvia que le haría temer una denuncia por perjurio si las personas a las que se enfrentaban no fuesen Jaejoong, Junsu y Yoochun.

Saber que ellos tres estarían ahí los había alterado más de lo que su dongsaeng estaría dispuesto a admitir, ni siquiera en esa situación. La posibilidad de tenerlos en frente había roto el silencio prologado que se había instalado entre ellos respecto al tema de sus compañeros. De algún modo, tras más de un año, se habían encontrado compartiendo una cerveza a altas horas de la noche, sentados frente a un televisor encendido en un canal de música al que ninguno le estaba prestando atención.

Antes de esa noche, ni él ni Changmin habían vuelto a hablar abiertamente de lo que sentían. Los primeros meses habían resultado demasiado dolorosos, y habían descubierto que hablar de ello no ayudaba a calmar para nada esa opresión que sentían en el pecho, porque sus voces eran insuficientes para llenar el silencio opresivo y devastador que había en el piso. Y de alguna manera habían comenzado a pasar cada vez menos tiempo juntos, a pesar de seguir compartiendo esa casa demasiado grande para los dos y de tener cada vez menos trabajo. Porque aunque no hablasen de ello, estar juntos sólo reforzaba el hecho de que faltaba gente, de que faltaban voces, abrazos y sonrisas que siempre habían formado parte de esa vida...

—¿Alguna vez sintió un trato abusivo por parte de sus superiores? —volvió a preguntar el abogado.

—No.

Jaejoong cerró los ojos ante esa segunda negativa, sintiendo el infantil impulso de ponerse las manos sobre las orejas y cantar bien fuerte para no escuchar lo que Changmin estaba diciendo. No quería oírlo, por más que se hubiese mentalizado de que las cosas serían así. En realidad sabía que tanto a Yunho como a Changmin no les quedaba más remedio que hacer esas declaraciones. Los directivos se habrían encargado de instruirlos apropiadamente bajo amenaza de quien sabe que tipo de barbaridad, o que estúpidas promesas. Y sabiendo cómo se las gastaba esa gente, Jaejoong debería estar agradecido de que les hicieran caso, porque significaba que las cosas para ellos iban a ser más fáciles...

Aun así, dolía. Dolía escuchar cómo negaba cosas que habían comentado tantas veces, de las que se habían quejado entre copas y que habían planeado cambiar de un modo tan cuidadoso. Dolía ver a Changmin tras su máscara de imperturbabilidad, calmado y sereno, tan lejos de aquel chico solícito, exigente y callado que se había ido a vivir con ellos cuando apenas había comenzado la adolescencia. Y dolía ver a Yunho esquivar su mirada como nunca lo había hecho, impidiéndole contemplar en su rostro, en sus ojos, toda esa culpa que estaba seguro de que sentía por tener que hacerles eso a ellos.

Todo ese juicio no era más que una parodia, un burdo montaje donde nadie estaba contento con el papel que le había tocado representar, pero que sin embargo era demasiado importante como para tomárselo a la ligera. A pesar de sus palabras o de toda la serenidad y seguridad que pudiese ver en sus rostros, sabía que en su interior tenían tan pocas ganas de estar allí, de enfrentarse a esa situación, a ellos, como él tenía de escuchar sus mentiras. Porque a pesar de lo mucho que hubiesen cambiado durante todo el tiempo que habían estado separados —algo de lo que estaba seguro, porque ni él ni sus dos compañeros seguían siendo los mismos que abandonaran SM hacía más de tres años—, nunca podrían cambiar tanto como para no reconocer su presencia, fuese llenos de ira o con todo el amor que había visto en sus ojos tantas veces en el pasado. No existía un universo donde Yunho pudiese ignorarlo voluntariamente, sólo por no querer relacionarse con él, con ellos, en modo alguno...

Pero saber eso no lo hacía más fácil, porque no borraba todo lo que Junsu, Yoochun y él habían pasado por la negativa de ambos a irse con ellos. Podían haber soportado la ira de SM, el desprecio de Avex y el reiterado rechazo que encontraban en todas las puertas a donde llamaban si hubiesen estado juntos, si hubiesen seguido siendo cinco, porque les quedaría el consuelo de tenerse unos a otros al volver a casa. Sin ellos, todos los golpes habían sido más duros, y no había nadie para suavizarlos. No estaba el optimismo de Yunho, llevando sobre sus hombros toda la carga y responsabilidad de lo que les pasara, ni el pragmatismo de Changmin diciéndoles que por estadística, tenía que existir aunque fuese una solución que se les estaba escapando, y que todo lo que tenían que hacer era encontrarla.

Jaejoong hubiese dado lo que fuese por escuchar en todos esos momentos cualquier discurso de esos que Changmin elaboraba sólo para llevarle la contraria, para iniciar una de esas conversaciones en las que se embarcaban durante horas y que no les llevaban a ninguna parte. Hubiese sido tan efectivo para hacerle olvidar los problemas...

—¿Cómo era su día a día cuando Dong Bang Shin Ki estaba en activo?

—Normal —respondió rápidamente Changmin, con un tono de voz que simulaba perfecto aburrimiento—. Nos levantábamos temprano y seguíamos la agenda prevista durante unas doce horas aproximadamente. Luego regresábamos a casa o al hotel para descansar.

Yoochun hubiese puesto los ojos en blanco de encontrarse en cualquier otro lugar. Probablemente también se habría levantando de la silla para irse a su cuarto y dejar de escuchar gilipolleces, o quizás se habría acercado a Changmin para preguntarle cómo tenía las agallas de mentir sin inmutarse siquiera. Puede que incluso lo hubiese golpeado si su dongsaeng no se hubiese transformado en un armario en el tiempo que habían estado sin verse, y si no le diese tanta pereza el contacto físico de ese tipo. ¿Trabajar doce horas y descansar otras doce? Sí, seguro, si por descansar se tomaban las entrevistas y demás trabajos en los que permanecían sentados...

Jaejoong les había advertido de que probablemente ese sería el curso de las declaraciones de Changmin y Yunho, y era algo que Yoochun había estado valorando desde hacía bastante tiempo. Que estuviesen obligados a hacer esas declaraciones no era algo que los eximiese completamente, puesto que ellos habían elegido quedarse en SM sabiendo como los trataban a todos. En cierto modo era su culpa, porque todo hubiese sido más fácil para los cinco si los hubiesen secundado, si hubiesen demandado juntos a la compañía como tenían planeado hacer en un principio. A uno le daban ganas de gritarles lo tontos que eran por agarrarse a algo que en realidad tampoco les reportaba ningún beneficio, y que había provocado que el grupo, que sus hermanos, se separasen. Porque si bien ellos no habían logrado hacer nada importante desde que habían dejado la compañía, Yunho y Changmin también habían sido relegados a trabajos menores y sin importancia, y en el caso de su dongsaeng, limitados a un país que ni siquiera era el propio.

Sin embargo, y aun sabiendo todo eso, Yoochun no podía cabrearse completamente. Al menos no como Junsu, que sabía que en ese momento estaría rumiando en su interior una cantidad ingente de ira y resentimiento que a Jaejoong le iba a costar bastante aplacar. Porque a pesar de todo, Yoochun podía comprenderlos, de un modo sumamente retorcido. Changmin y Yunho tenían una familia que esperaba mucho de ellos, que quería que hiciesen lo correcto y que nadie los señalase por su culpa. ‘Nada de problemas’ había sido una de las condiciones de los padres de Changmin, y Yunho no hubiese soportado la posibilidad de que alguna amenaza llegase hasta su padre por cortesía de la SM, aun cuando el hombre no se mereciese tal deferencia.

Yoochun los comprendía porque no había para él nada más importante que su madre y su hermano, y si cualquiera de ellos le hubiese exigido que no se fuese de la SM, él en ese momento estaría al otro lado de la sala, sentado junto a Changmin y Yunho. Pero en ese sentido tenía mucha más suerte de la que nunca tendrían sus compañeros, porque su familia lo había animado sin importar lo que pasara, sin pensar en las consecuencias o el futuro. Era su vida, y era él quien debía vivirla...

¿Pero vivirla sin Changmin y Yunho? No podía imaginar una existencia semejante, ni siquiera después de todo el tiempo que habían pasado separados. Seguía manteniendo la fe, como rezaba el tatuaje que había grabado sobre su pecho, y ni siquiera en cincuenta años dejaría de creer que volverían juntos. Aún tras ese absurdo, estúpido y oscuro juicio en el que daba la impresión de que las brechas serían insalvables...

No, no podía dejar de creer.

—¿Siempre se cumplía ese horario?

—Casi siempre, sí —respondió Changmin calmadamente.

Junsu apretó aun más los dedos sobre sus brazos, cruzados a la altura del pecho. Saber que iban a actuar así, que iban a mentir tan descaradamente, era una cosa. Vivirlo otra completamente distinta. Él mejor que nadie sabía cómo funcionaba la compañía, todo lo que se movía entre las sombras y que la gente se negaba a ver, o preferían pasar por alto. Había conocido de primera mano lo duro que podía llegar a ser tener una espada de Damocles pendiendo sobre tu cabeza, esperando a que cometieras un solo error para caer sobre ti. Él había aprendido cómo evadirla, y con el tiempo a no temerla, a pesar de saber que seguía siendo tan afilada y cortante como siempre. Pero sus compañeros...

A veces tenía la sensación de que Changmin nunca aprendería. Era como si estamparse una y otra vez contra el mismo muro no lo hiciese aprender, y parte de la culpa la tenían sus hyungs por consentirlo tanto. Esa era, estaba seguro, una de las principales razones por las que había decidido quedarse, aunque no la única. Pero probablemente el infierno se congelaría antes de que Changmin les contase, a ellos o incluso a Yunho, cuales eran todas esas razones.

Junsu podía respetar —y de hecho lo hacía— que tuviesen su propia forma de ver las cosas, y una personalidad única e independiente. Pero lo que no podía entender era que ellos no viesen todo lo que perdían quedándose en la SM, sobre todo teniendo en cuenta que los directivos les habían gritado lo que iba a pasar si se desmembraba el grupo el día en que decidieron negociar las condiciones, algo antes de interponer la demanda. Los habían humillado, aprovechando para recordarles que ninguno de ellos sería nada en solitario, porque lo que el mundo quería era TVXQ, no a ellos individualmente.

Eso era lo que más había enfurecido a Junsu, más incluso que el estar perdiendo la voz debido al excesivo trabajo. Porque estaba de acuerdo que como TVXQ no tenían barreras y podían alcanzar lo que quisiesen, pero no podía soportar que insinuasen que individualmente no tenían el talento suficiente como para triunfar. Todos, desde Jaejoong hasta Changmin, tenían en solitario más talento que la mayoría de los grupos de Corea juntos, y nadie tenía derecho a negarlo por un estúpido conflicto de intereses...

Por eso no entendía por qué sus compañeros seguían ahí, en una compañía que ni siquiera creía en ellos, y que a todas luces los estaba relegando en pos de artistas con menos talento y más sumisos que ellos. Vale que Jaejoong, Yoochun y él no habían logrado trabajar tampoco en ningún proyecto importante, pero seguía estando seguro de que eventualmente lo lograrían. Y si siguiesen siendo cinco a esas alturas ya estarían triunfando en toda Asia...

—¿Considera que las retribuciones que SM Entertainment les entregaba eran acordes con el trabajo realizado?

Changmin miró directamente a los ojos de Junsu antes de responder tajantemente:

—Sí.

Sentía la mirada de su amigo volverse más y más gélida a cada palabra, al mismo tiempo que la de Jaejoong se hacía más oscura y difícil de leer. Ya no quedaba ni rastro de la leve sonrisa que había exhibido antes de que empezase a declarar. Por el contrario, su expresión se había vuelto mucho más pétrea, como si un velo cubriese su rostro impidiendo que nadie pudiese averiguar lo que estaba pensando. Y Yoochun... tenía la sensación de que podría ponerse a gritarle en cualquier momento.

A pesar de todo, Changmin no quería apartar la mirada de ellos. Hacía demasiado que no los tenía delante, que no había podido verlos más que en las fotos que de vez en cuando seguían subiendo a un twitter con cada vez menos seguidores. Y aun enfadados o completamente iracundos seguían siendo las personas que habían compartido con él la mayor parte de los momentos importantes de su vida. Changmin hubiese querido explicarles por qué lo hacía, por qué estaba declarando semejantes barbaridades que no tenían nada que ver con la realidad. Pero no iban a entenderlo, al menos no en ese momento. Y si tenía que elegir, prefería que nunca descubriesen sus motivos...

—No hay más preguntas.

El abogado de SM apartó el micrófono de sí mientras hacía unas anotaciones en los papeles que tenía delante, al mismo tiempo que el letrado de Jaejoong, Yoochun y Junsu tomaba la palabra.

—Señor Shim —dijo, con voz clara y firme—, ¿Es verdad que era usted menor de edad cuando firmó el contrato con SM Entertainment?

—Sí.

Yunho podía recordarlo. Podía recordar cómo era el pequeño Changmin cuando habían empezado a vivir juntos, tan tímido y callado que resultaba difícil creer que pudiese llegar a ser alguien ni medianamente parecido a quien era hoy. Igual que podía recordar perfectamente las expresiones de cada uno de sus compañeros la primera vez que habían entrado en la casa que iban a compartir con su manager. Todos se habían sentido fuera de lugar, incluso él, a pesar de que ya había vivido con Jaejoong durante un tiempo. Estaban demasiado inseguros, y al mismo tiempo la ilusión era tan patente en todo lo que hacían, en todo lo que decían, que casi podía ver brillar a cada uno de sus compañeros.

¿Dónde había quedado toda esa ilusión? Hacía tanto que no sentía algo parecido que ni siquiera podía recordar lo que era despertarse por las mañanas y sonreír, a pesar del cansancio y lo apretado de la agenda. Y todo porque estaba haciendo lo que le gustaba, lo que había soñado, y porque ellos estaban con él...

Era duro pensar que alguna vez se había sentido realmente afortunado. Había tenido un trabajo que adoraba y todo el apoyo que nunca había encontrado en su familia, en su padre... Y había tenido el respeto de sus compañeros, algo valoraba tanto que las palabras no alcanzaban a describirlo, puesto que era increíble que proviniera de cuatro personas que tenían un talento infinitamente superior al suyo.

¿Cuántas veces se había sentido agradecido por que fuesen ellos quienes compartían grupo con él? ¿Cuántas veces los había mirado en silencio pensando en la infinita suerte que había tenido el día en que la SM los había puesto juntos? No podía contarlas...

—¿Y el resto de sus compañeros? —insistió el abogado, entrecerrando los ojos al mirar a Changmin—. ¿Eran ellos también menores de edad?

—Sí.

Sus respuestas estaban siendo lo más escuetas posibles, y Jaejoong hubiese jurado que, si no estuviese obligado a responder, Changmin hubiese mirado al abogado con su cara de ‘que mierda me estás preguntando’, y se habría limitado a ignorarlo. Desgraciadamente no tenía esa posibilidad. Por ese motivo había puesto su semblante sereno y su voz aburrida para dar la impresión de que estar allí no era importante, y que sus mentiras pareciesen más veraces...

Pero a él no lo engañaba. Podía irradiar calma y tener la mirada teñida de completa indiferencia, pero lo delataban algo que nunca había sido capaz de evitar cuando estaba nervioso. Movía su pie derecho espasmódicamente, de manera casi imperceptible, separando el talón del suelo y volviendo a posarlo repetidamente. Podía verlo asomar por debajo de la mesa detrás de la cuál estaba sentado, y desde que lo había descubierto no había podido apartar los ojos de ese punto. Porque de algún modo significaba que su Changmin seguía estando ahí, tras la fachada de ese desconocido que los estaba hundiendo con sus declaraciones.

Dios, cuanto deseaba abrazarlo a pesar de todo. Sería capaz de olvidar todos los problemas, todos sus sueños y ambiciones si pudiese tenerlos a los dos de nuevo en su vida, si pudiese quedarse con los cuatro para siempre. Era algo que había deseado fervientemente mucho antes de que comenzasen a discutir sobre las condiciones que debían exigirle a la compañía, y se había tornado en obsesión en cuanto había dejado de vivir con ellos. El simple hecho de respirar se había vuelto tan, tan difícil como si le hubiesen quitado una parte de cada uno de sus órganos. Todos sus miembros parecían funcionar por pura inercia, y hacían sus tareas torpemente. Su corazón había dejado de latir como debía, y lo hacía de un modo errático, ahora lento, ahora demasiado rápido como para ser saludable. Sus pies apenas querían moverse para llevarlo a ninguna parte, porque el sitio a donde quería ir no era una opción. Su estómago había olvidado lo que era sentir hambre, o cómo procesar la comida cuando tragaba algo, ya que ni siquiera podía contar las veces que la había rechazado. Sus ojos no enfocaban correctamente, a menudo cubiertos por una capa de sal que no terminaba de caer, y su voz había perdido la fuerza y afinación que tanto le había costado conseguir...

Esos primeros meses fueron un infierno del que todavía no había terminado de salir, al menos no completamente. Y en ocasiones tenía la impresión de que nunca saldrían de ahí...

—¿Contaba usted con el consentimiento paterno?

—Sí.

Yoochun giró la vista hacia Jaejoong en cuanto sintió sus dedos apretar con fuerza su pierna, allí donde había apoyado la mano al sentarse junto a él. Y en cuanto vio su rostro sombrío e inescrutable se dio cuenta de lo mal que lo estaba pasando su compañero. Ninguno lo estaba pasando especialmente bien, de eso estaba seguro, y en ese caso se refería a los cinco. Ni Changmin ni Yunho hubiesen querido eso, y todo lo que hacían era enfrentarse a ello como mejor podían, exactamente igual que Jaejoong, Junsu y él. Pero lo que significaba para Jaejoong tenerlos delante...

Todos habían sufrido hasta límites que nadie podía imaginarse, pero su hyung especialmente. Era paradójico que quien tenía la apariencia más fría a primera vista, fuese quien más se hubiese apegado a sus compañeros, si es que eso era posible. No era que los quisiese por encima de todo, incluso por encima de su propia familia. Era que los necesitaba, de un modo que se hacía difícil de explicar si uno nunca había sentido algo parecido. Pero Jaejoong, siendo como era, se había regodeado en su miseria en soledad, empeñándose en hacerse el fuerte cuando estaba con él y con Junsu para que sus dongsaengs no sufriesen más de lo necesario. A Yoochun le había costado Dios y ayuda hacerle entender que no tenía que aparentar ser fuerte, ni tratar de reemplazar el vacío creado por Yunho y Changmin, porque era algo que no iba a ser llenado nunca, excepto por los propios Yunho y Changmin.

No necesitaban alguien que los guiara y fuese el pilar donde apoyarse, porque los tres se sentían igual de miserables. Y fuese a donde fuese su vida iban a seguir sintiéndose igual.

Yoochun apoyó la mano sobre la de Jaejoong, apretándola suavemente, y las comisuras de sus labios se elevaron ligeramente cuando su compañero lo acarició con el pulgar.

—¿Y sus compañeros?

Por primera vez, Changmin pareció dudar durante unos segundos, tan breves que sólo los que lo conocían bien se dieron cuenta, y finalmente respondió:

—Sólo puedo responder por mi situación. No conozco cuales eran las circunstancias de mis compañeros.

Junsu elevó levemente las cejas, sorprendido. Vale que puestos a mentir, ya no importaba nada, pero hacerlo en algo tan... estúpido no tenía ninguna lógica. Porque no sólo sonaría poco creíble ante el tribunal, sino que en realidad no le reportaba ningún beneficio a nadie. Ni a SM, ni mucho menos a ellos. ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué mentía indiscriminadamente como si no buscase ningún propósito ulterior?

Probablemente esas preguntas no estarían contempladas en el aleccionamiento que la SM les habría dado a Changmin y Yunho. De hecho, Junsu hubiese jurado que la respuesta a esa pregunta debería ser un ‘sí’ flagrante, que demostrara que todo estaba correcto en sus contratos...

No lo entendía para nada.

—¿Está diciendo que en los más de seis años que vivieron y trabajaron juntos, nunca hablaron al respecto?

Esa vez no dudó. Su voz sonó firme y clara cuando dijo:

—Sí.

Changmin no le estaba prestando demasiada atención a lo que le estaban preguntando, ni mucho menos a sus respuestas. El interrogatorio había pasado a un segundo plano, y sólo una pequeña parte de su cerebro estaba pendiente de él. El resto estaba concentrado en la cara de absoluta devoción con que Yoochun contemplaba a Jaejoong, y en el gesto impasible que este todavía tenía en la cara. Changmin no necesitaba ver lo que estaba pasado para saber que las manos de ambos estaban unidas bajo la mesa, dándose fuerzas mutuamente mientras Junsu, a su lado, los ignoraba. Y no porque no compartiera lo que sus hermanos estaban sintiendo, sino porque simplemente no les estaba prestando atención. Todo su interés estaba centrado en sus declaraciones, y era completamente ajeno a todo lo demás.

Changmin siempre había despreciado las muestras de cariño públicas, lo dados que siempre habían sido sus hyungs a manosearlo cada vez que se descuidaba. Pero en ese momento hubiese dado lo que fuera por sentir la cálida mano de Yoochun sobre la suya, y el brazo de Jaejoong rodeando su espalda.

—¿De cuántos años consta su contrato con SM Entertainment?

—Cuatro.

Yunho levantó la vista hacia sus compañeros, cansado de evitarlos, y lo primero que sus ojos se encontraron fue la mirada de Jaejoong, completamente vacía de cualquier sentimiento. En cualquier otra persona no le hubiese importado, incluidos Yoochun y Junsu, porque esa mirada no habría significado nada más. Pero en Jaejoong esa expresión sólo era fachada, pura e innegable apariencia. En realidad significaba que había tantas cosas bullendo en su interior, tantos sentimientos encontrados, que no podía decidirse por uno que prevaleciera sobre el resto.

Yunho había aprendido a reconocer esa expresión como la palma de su mano, y sabía perfectamente como actuar cuando aparecía, como lograr que Jaejoong se desahogase y dejase salir todo lo que llevaba dentro. Porque una vez que comenzaba a hablar no se guardaba nada.

Pero ahí, al otro lado de la sala, rodeado de desconocidos y en una situación que los colocaba como oponentes, todo lo que podía hacer era morderse el labio inferior y apretar con fuerza los puños bajo la mesa.

—Pero esa no ha sido siempre su duración, ¿verdad? ¿De cuantos años constaba el contrato inicial? —preguntó sagaz el abogado, alzando levemente la voz.

—No, ese es un contrato reciente —respondió Changmin, sin variar ni el tono ni la expresión de su rostro—. El contrato inicial constaba de trece años, pero se modificó para ajustarse a nuestras necesidades.

Un contrato nuevo.

Jaejoong cerró los ojos mientras esas palabras salían de los labios de su dongsaeng, como si fuese más fácil comprender su significado si no veía a Changmin. No era más que una treta de SM, y Jaejoong hubiese debido esperarlo, pero lo cierto es que ni siquiera se le había pasado por la cabeza que les hubiesen renovado el contrato. Porque si había algo de lo que estaba seguro era de que el juez iba a anular el acuerdo inicial, porque iba en contra de lo que estipulaban las leyes, y ellos podían demostrarlo. Esa había sido su gran esperanza, porque si ellos quedaban liberados, Yunho y Changmin también, y tenía fe en que pudiesen convencerlos si se daba esa situación.

Pero con un contrato nuevo la compañía se había asegurado de que permaneciesen fieles, y no había nada que Junsu, Yoochun y él pudiesen hacer al respecto.

—¿Y el de sus compañeros? ¿También tenía la misma duración? —insistió el letrado.

—No lo sé.

Yoochun sonrió irónicamente ante la mentira de Changmin. ¿No lo sabía? No, claro, ellos nunca habían conversado acerca de esos temas. Se habían limitado a hablar de canción, composición y estudio, y nunca habían tocado otras cuestiones... No había sido Jaejoong el primero en contar alegremente todo lo que sabía de él y de los demás sin que nadie le preguntara, ni había sido Yunho, involuntariamente, quien le enseñase a Changmin las páginas desde donde descargarse vídeos. Junsu nunca había malgastado el tiempo con Changmin en juegos de ordenador absurdos...

Y por supuesto, él nunca le había levantado en mitad de la noche para compartir una cerveza y preparar alguna broma para hacerle a Junsu al día siguiente...

—¿Eso tampoco lo habéis hablado? —preguntó irónicamente el abogado, elevando una ceja.

Changmin imitó su gesto, mientras su voz aburrida contestaba:

—No.

Algo no terminaba de encajar en toda esa absurda pantomima. Junsu frunció el entrecejo ante la nueva negativa de Changmin. Que el contrato de todos había sido de más años de los permitidos era un hecho, algo que no podrían refutar porque tenían copias de los contratos para avalarlos. Negarlo era una estupidez. Fingir que no sabía nada de ello una completa gilipollez, que además dejaba a Changmin como un idiota que no se enteraba de nada. Y su compañero podía ser muchas cosas, pero estúpido jamás.

Frunció más el entrecejo y taladró a Changmin con la mirada. No iba a permitirle maniobras extrañas, fuese lo que fuese lo que tenía en mente. Con él, con ellos, no iba a jugar nadie. Ni siquiera Changmin.

—¿Qué porcentaje de beneficios recibía usted del total que generaban?

—El veinte por ciento.

Esa vez el resoplido despectivo de Yoochun fue completamente audible. Changmin lo miró fijamente sin vacilar, recordando el porcentaje real que habían percibido, y que no constaba en su contrato como para poder ser probado. Les estaba haciendo una putada, y era totalmente consciente. Pero ya faltaba poco. Sólo tendría que soportar un poco más y podría abandonar la sala...

—Sus compañeros aseguran que no recibían más que el uno por ciento del total, y a dividir entre los cinco...

En esa ocasión Changmin no respondió. Se quedó mirando al abogado, con gesto aburrido, y Yunho giró la vista hacia él, preocupado. Su semblante seguía siendo sereno, y su mirada era una perfecta imitación de hastío, pero lo que pasaba por su mente no tenía nada que ver con eso, estaba seguro. ¿Entonces por qué no contestaba? ¿Habría cambiado de opinión? ¿Habría alcanzado el punto donde su paciencia dejaba de llamarse así para transformarse en impulsividad agresiva?

—¿Podría responder a la pregunta, señor Shim? —preguntó el abogado, sonriendo de forma autosuficiente.

—No ha formulado ninguna —respondió Changmin, volviendo a elevar una ceja a su interlocutor.

Jaejoong hubiese querido echarse a reír, y al mismo tiempo gritar de pura frustración. ¿Por qué lo hacía tan difícil? ¿Por qué no podía elegir el camino sencillo, el camino en el que simplemente decía la verdad, o en el que se limitaba a mentir? No, entonces no sería Shim Changmin. Tenía que enmarañarlo todo contando verdades y mentiras aleatoriamente, mezclándolo con toda su ironía para hacer que todos se volviesen locos.

Estaba seguro de que los directivos de SM no iban a estar contentos con su declaración, y eso significaba que iban a hacérselo pagar de algún modo...

Sus dedos se crisparon todavía más sobre la pierna de Yoochun ante semejante perspectiva.

—¿Es verdad que recibían el uno por ciento de las ganancias a repartir entre todos? —repitió el abogado, toda sonrisa olvidada.

—No.

Yoochun no quería seguir escuchando. Por él ya había sido más que suficiente para toda una vida, porque aun sentado allí, sin poder hacer nada más que mirar, se sentía tan agotado como si hubiese participado en un concierto de más de seis horas... Y sin embargo tenía aun menos ganas de llegar a la casa que compartía con Junsu porque probablemente la noche sería larga. Demasiado. Había tanto de qué hablar y que pensar...

La mano de Jaejoong lo apretaba con tanta fuerza que le hacía daño, pero no podía decir que le molestase, porque era lo único que lo mantenía anclado a la silla, sin levantarse y abandonar ese tribunal.

Y su propia mano ejercía tanta presión sobre la su compañero que apenas sentía los dedos.

—Si todo lo que ha dicho es cierto, ¿Por qué cree entonces que sus ex-compañeros han decidido demandar a SM Entertainment?

—No lo sé.

La respuesta volvió a demorarse de manera casi imperceptible, y el oído experto de Junsu captó al instante la leve variación en el tono de su voz. Era minúsculo, pero ahí estaba, apenas una octava más bajo que el que había estado usando hasta ese momento. Y por primera vez desde que se había sentado en esa silla se preguntó cuánto le estaría costando a Changmin hacer esas declaraciones. Porque él mejor que nadie sabía lo bueno que era su dongsaeng actuando, el cuidado que ponía en todos y cada uno de los detalles, al punto de convertirse en un perfeccionista extremo casi tan maniaco como él.

Que cambiarse el tono de voz, aunque fuese de manera tan leve, significaba que no estaba en control de la situación, y durante un brevísimo instante Junsu lo miró a los ojos. De verdad. No fulminándolo como había estado haciendo hasta ese momento, sino tratando de leer algo en ellos, cualquier resquicio en esa máscara que llevaba puesta, que le permitiera saber lo que estaba sintiendo.

Y el profundo dolor que encontró lo dejó helado.

—Según la declaración de los tres miembros a los que represento, la empresa SM Entertainment se aprovechó de su inexperiencia para hacerles firmar un contrato extremadamente abusivo, tanto en lo que se refiere a su extensión, como a las condiciones. Y cuando intentaron renegociar el contrato de forma amistosa para ajustarlo a la legislación vigente, y a una remuneración más justa, todo lo que recibieron fue desplantes y amenazas —dijo el abogado casi sin pararse a respirar, la sonrisa autosuficiente de vuelta en su cara—. Teniendo en cuenta las declaraciones que acaba usted de hacer, ¿Sería justo decir que mienten?

En énfasis en el término fue tan evidente que Changmin casi sintió como la palabra lo atravesaba de forma física. ¿Justo? No, no era justo. Pero tampoco era justo que siguieran pagando por esa separación, que siguieran sufriendo de esa manera tan absurda. No quería seguir viendo como Yunho se retraía en sí mismo cuando siempre había tenido una sonrisa para ellos, un abrazo en el que envolverlos. Ni quería seguir viendo como Jaejoong, Yoochun y Junsu desperdiciaban su talento en trabajos sin importancia, muy por debajo de su nivel...

¿Justo? Eso no tenía nada que ver con la justicia.

A pesar de tener la certeza de que hacía lo correcto, la voz le falló en el último instante, justo cuando iba a pronunciar la respuesta. Las miradas de sus compañeros se volvieron tan intensas que fue incapaz de soportarlas, y por primera vez apartó la vista de ellos antes de pronunciar con voz estrangulada:

—Sí.

—No hay más preguntas.

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