martes, 29 de enero de 2013

2. Silencio


Jaejoong se dejó arrastrar por Yoochun como si fuese un autómata. La mano de su compañero seguía sosteniendo la suya con fuerza, tirando de él, y eso era todo lo que importaba, porque sabía que con Yoochun iba a estar seguro, fuese en el sitio que fuese. Vagamente se dio cuenta de que entraban en el coche de Junsu, y que este arrancaba en dirección a las afueras de la ciudad, porque las luces de las farolas se hacían cada vez más distantes entre sí, y los carteles luminosos se volvían más escasos y remotos.

Jaejoong era consciente de ello, pero sólo con una parte muy remota de su mente, en la que en ese momento reinaba un caos mucho más grande del habitual. Todas las imágenes de ese día se mezclaban unas con otras, atormentándolo. La voz de Changmin, y luego la de Yunho, resonaban en sus oídos como si estuviesen gritando a su lado, repitiendo palabras propias de una pesadilla. Y sus ojos...

No quería recordar sus ojos, su expresión, todo lo que había podido leer en el rostro de Yunho como en un libro abierto, y lo que había intuido en el de Changmin. Porque eso se parecía sospechosamente a sus peores fantasías, esas en las que se permitía pensar estando despierto, donde Yunho y Changmin nunca volvían a formar parte de su vida. Había pensado en ello a menudo como un mecanismo de auto protección, y, en cierto sentido, para tratar de animarse. Porque si pensaba lo peor, cualquier variante de ello iba a suponer una mejora... ¿Pero y si realmente ocurría lo peor?

—Junsu —dijo Yoochun, a su lado, mirando hacia el asiento del conductor—. Paremos un momento a pillar algo de whisky y ginebra. Creo que en casa no quedaba mucho alcohol.

Su compañero no respondió. Se limitó a seguir conduciendo, con los ojos clavados en la carretera y, aunque no lo veía, Jaejoong sabía que su expresión debía de estar a un paso de la furia más absoluta.

Suspiró, cerrando los ojos, pensando en ese problema añadido. Calmar a Junsu iba a requerir no sólo tiempo, sino una ingente cantidad de argumentos en los que ni siquiera él mismo creía. Y si aun contase con la ayuda de Yoochun... pero probablemente su compañero estaría de acuerdo con Junsu, o al menos lo suficientemente enfadado como para no mediar entre ellos...

Volvió a abrir los ojos, agotado sólo de pensarlo, y apoyó la cabeza sobre el hombro de Yoochun. Necesitaba sentir el tacto de alguien, saber que en realidad no estaba tan solo como en ese momento se sentía. Como llevaba sintiéndose demasiado tiempo ya...

El coche se detuvo y Junsu lo abandonó, todavía sin dejar que ningún sonido, y mucho menos una palabra, escapase de su boca. Y del mismo modo regresó al cabo de unos minutos, acompañado de una bolsa de plástico que, a juzgar por lo abultado de su contenido, escondía más botellas que las que había pedido Yoochun.

Su silencio obstinado era una pésima señal. Muy, muy mala.

Cuando el coche volvió a detenerse, frente al edificio donde vivían sus compañeros, Jaejoong sentía como si su cabeza fuese a explotar debido a todos los pensamientos que pasaban por su mente. Eran tan erráticos, tan enredados unos con otros, tan absurdos y al mismo tiempo tan lógicos y reales... Y sentía tantas cosas a la vez que ni siquiera podía definir el nombre de cada uno de esos sentimientos. No había un punto donde terminara uno y empezase otro, sino que todo era como un lienzo donde un color se difuminaba suavemente para mezclarse con el de al lado...

¿Por qué las cosas no podían estar bien? Millones de veces había imaginado, cuando habían debutado como Dong Bang Shin Ki, donde estarían al cabo de ocho o diez años, y ninguno de esos escenarios se parecía al actual, donde Junsu, Yoochun y él estaban atrapados entre dos fuegos, queriendo hacerse camino por su cuenta y encontrando a cada paso una nueva barrera, más y más alta cada vez. Y detrás de eso un solo nombre: SM Entertainment. No podía ni siquiera contar las veces que habían oído “Estaríamos encantados de contar con vosotros, pero no queremos un enemigo como la SM. Si hablásemos de los cinco podríamos considerarlo, pero mientras sigáis siendo solamente tres, no podemos ayudaros.”

La SM les había arrebatado muchas cosas, y esa tarde había puesto el último clavo sobre el ataúd de Dong Bang Shin Ki al hacer que Yunho y Changmin declarasen. Jaejoong sabía que la ley no los obligaba, que SM podría haberse ahorrado sus declaraciones. Pero habían elegido jugar esa carta, apostar por el enfrentamiento directo, porque a pesar de todo la gente que trabajaba para SM los conocían. Y sabían que apelar a lo que los tres sintiesen todavía por Yunho y Changmin era la única forma que tenían de intentar que reaccionasen y volviesen con el rabo entre las piernas.

Pero no iban a hacerlo. Porque si se trataba de salvar a Changmin y Yunho, volver a SM, donde seguirían en las mismas condiciones, o quizás peores, no era el modo de conseguirlo.

Siguió a Junsu hasta el ascensor, sin soltar en ningún momento a Yoochun, y cuando las puertas se cerraron apoyó su mano libre sobre el hombro izquierdo del primero, rodeándolo con el brazo por detrás. Eran suyos, tan suyos como los huesos o la piel. Y los necesitaba tanto...

Junsu no lo rechazó, aunque ni siquiera volvió la vista hacia él al sentir su contacto, y en cuanto las hojas del ascensor volvieron a abrirse se adelantó para abrir la puerta, alejándose de él. A pesar de lo que la mayoría de las fans parecía pensar, su dongsaeng no se sentía demasiado cómodo con los gestos de cariño, al menos no si su carácter era tan volátil como parecía en ese momento. Y cuando lo vio servir tres vasos de whisky, una vez en el interior, Jaejoong fue consciente de cuan alterado se encontraba en realidad. Junsu jamás bebía alcohol por placer...

—No tiene sentido.

Fue el primero en romper el silencio, sin ni siquiera sentarse, y el primero en dar un largo trago a su vaso. Su entrecejo estaba tan fruncido que sus cejas casi se unían, pero su mirada, más que enfadada, parecía especulativa. Jaejoong lo contemplo unos segundos desde el sofá donde se había sentado con Yoochun.

—Sabes que SM los habrá obligado —le respondió, con voz que sonaba terriblemente agotada—. No son conocidos precisamente por...

—No me refiero a eso —lo interrumpió Junsu, apoyando el vaso sobre la mesa y sirviéndose más—. No lo hacía de manera aleatoria... tenía un propósito, uno que no tenía nada que ver... Y luego Yunho...

Jaejoong frunció el entrecejo ante las palabras de Junsu, completamente desconcertado. Habitualmente, quien se expresaba de forma tan confusa solía ser él mismo. Su dongsaeng, por el contrario, solía caracterizarse por su racionalidad y simplicidad a la hora de encarar las cosas, una forma de actuar que Jaejoong generalmente admiraba y desdeñaba a partes iguales.

Sin embargo, su modo de actuar no era ni remotamente tan interesante como lo que estaba diciendo, las palabras en sí. No parecía enfadado, o al menos no lo estaba tanto como había temido, lo que significaba que las horas que había previsto emplear intentando convencerlo de que Yunho y Changmin seguían siendo los mismos, no iban a ser necesarias.

—¿Qué quieres decir?

—Las declaraciones de Yunho y Changmin no han sido exactamente iguales —dijo Junsu, con la mirada perdida en sus recuerdos—. Evidentemente, Yunho se ha limitado a declarar lo que la SM les ordenó, pero Changmin... hay respuestas simples que no ha dado, que se ha limitado a esquivar, cuando podría haberlas respondido tranquilamente. Está tramando algo... algo... pero qué...

Parecía estar perdido en su mundo interior, tratando de racionalizar algo que, probablemente, ni siquiera significaba nada. Jaejoong podía entender que su dongsaeng tratase de buscar razones para no tener que pensar en lo que había pasado en realidad, en el mal rato que se les iba a quedar grabado en la mente durante mucho, mucho tiempo. Pero a la vez le sonaba sumamente extraño, porque Junsu no era así. Su compañero solía encontrar estúpidas las conversaciones que Yoochun y él mantenían, que no solían llevar a ninguna parte, y siempre prefería enfrentarse a las cosas directamente, fuesen buenas o malas.

—Junsu... —murmuró, con voz apenas audible—. Changmin nunca se ha plegado fácilmente a los deseos de SM. Probablemente fuese una muestra de rebeldía sin ningún propósito ulterior, sólo para demostrar que estaba haciendo eso por propia...voluntad —la última palabra se le atragantó, como si tuviese la boca demasiado seca o su lengua se hubiese vuelto gorda y torpe de repente. Dio un trago a su vaso de whisky para tratar de paliar el efecto y sintió una retorcida satisfacción cuando el licor quemó su garganta.

Su amigo no contestó, y Jaejoong se dio cuenta de que probablemente no lo había oído. Junsu se limitaba a caminar muy lentamente, de un lado a otro, con sus ojos desenfocados como si estuviese viendo su propio interior. Era una actitud que todos conocían demasiado bien, y ni a él ni a Yoochun se les hubiese ocurrido interrumpir sus cavilaciones.

En silencio, se recostó sobre el respaldo del sillón, sin soltar el vaso, y volvió a apoyar la cabeza en el hombro de Yoochun, como había hecho en el coche. No pretendía hablar, sólo compartir ese silencio cargado de tantas cosas que era imposible contarlas, pero aun así su boca lo traicionó y en un murmullo sospechosamente parecido a un gemido, dijo:

—Esta pesadilla nunca va a terminar.

Se mordió el labio inferior nada más terminar de pronunciar esas palabras, y su agarre sobre la mano de Yoochun se hizo mucho más fuerte. ¿Ni siquiera en esa situación iba a poder controlarse? Sabía que estaba con sus compañeros, sus amigos, los retazos de su alma sin los que no podría seguir vivo, pero no quería dejarse caer. Por mucho que ellos se lo permitiesen y siguieran a su lado, y lo consolasen hasta el agotamiento. No quería porque nunca podría ser él mismo de nuevo si le faltaban partes para poder sentirse completo. Y si no podía ser él mismo prefería guardar toda esa amalgama de sentimientos y sensaciones para los momentos en que estaba completamente sólo, en los que a nadie podía importarle cómo pensaba o actuaba.

Yoochun no dijo nada, probablemente entendiendo cómo se sentía sin necesidad de que lo expresase en voz alta. Se limitó a apoyar la cabeza sobre la suya, en mudo gesto de consuelo, y Jaejoong lo oyó suspirar quedamente.

—Todas las preguntas que se negó a responder, afirmando o negando, tenían que ver con nuestros contratos. Los nuestros, no el suyo... —dijo Junsu, casi para sí, con la vista clavada en la mesa donde había apoyado las botellas de licor—. No los suyos... ¿Qué estaba tratando de decir ese idiota?

Ni Yoochun ni Jaejoong respondieron. Se limitaron a mirarlo desde el sofá, dejando que sacase su frustración del modo que había elegido. Necesitaba hacerlo, igual que él y Yoochun necesitaban sentir el contacto del otro. Ninguno iba a dormir demasiado esa noche, pero Jaejoong agradecía no tener que acostarse solo en su cama como hacía tan a menudo.

Aun así no pudo evitar escabullirse al baño, después de casi tres copas, y sintiéndose como un delincuente a punto de cometer un delito, marcar el teléfono de Yunho con la esperanza de oír su voz. No habían hablado más de once veces desde la demanda, y nunca se habían visto en persona antes de ese mismo día, pero Jaejoong podía recordar con claridad todas y cada una de esas conversaciones y lo mucho que su pecho había dolido después de ellas.

Pero cuando el dolor era tan profundo como en ese momento, y cuando su ausencia se hacía tan notable, algo más de dolor no importaba, no podía hacer mella en él, en comparación con el hecho de poder escuchar sus voces, saber que seguían estando ahí para él...

Pero Yunho no respondió. Y por más que marcó el teléfono de Changmin, la línea permaneció en silencio.
~o0o~—



—No deberías haberlo hecho —dijo Yunho, con la vista clavada en la carretera mientras cambiaba de marcha con la mano derecha—. No van a estar muy contentos...

Changmin no contestó inmediatamente, y Yunho pensó por un instante que no iba a hacerlo. Probablemente estaría demasiado imbuido en sus pensamientos como para escucharlo, y Yunho no podía culparlo por eso, no después de todo lo que habían pasado ese día. Estaba completamente seguro de que, a lo largo de esa interminable tarde, cinco personas habían perdido un pedazo de su alma imposible de recuperar, y que la brecha entre ellos se había vuelto más insalvable que nunca.

Y saber que hacían lo correcto no lo hacía más fácil. No para él. No para Changmin.

Yunho podía ser despistado en ocasiones, pero no era idiota. Su dongsaeng todavía era capaz mantener ese semblante imperturbable, esa máscara que tan bien utilizaba y que hacía creer a la mayor parte de la gente que lo conocía que estaba profundamente aburrido. Pero a él no. Changmin podía engañar sin problemas a su familia, a sus padres y sus hermanas, pero había cuatro personas a las que jamás podría engañar, ni aun cuando su máscara fuese perfecta. Nada lo delataba en el exterior, absolutamente nada, pero había llegado un punto en que Yunho podía sentir su dolor, su impotencia, y su ira casi como si fuesen propias, porque se parecían sospechosamente a las cosas que él mismo sentía, aunque difiriesen en pequeños detalles. Ambos se sentían como mierda; culpables, dolidos y cansados, pero mientras que en él predominaba ese sentimiento de completo abandono, de no tener fuerzas para recorrer el camino que tenía por delante, en Changmin imperaba la furia más absoluta.

Su compañero no podía soportar que al final, en ese último instante, la voz le hubiese fallado mostrando una grieta en su férreo control, dejando entrever en esa pequeña sílaba apenas susurrada todo cuanto sentía, todo el dolor que tanto se afanaba en ocultar...

Verlo, escucharlo, había quebrado su propia entereza, cortando su respiración durante ese brevísimo instante. Y sabía que no había sido el único en sentirlo.

Suspiró, agotado, y trató de mantener la voz firme y despreocupada.

—Changmin —volvió a decir, alzando un poco más la voz—, espero que tengas preparada una buena explicación para esas respuestas evasivas que has dado en la vista de hoy. Los directivos no parecían muy complacidos, y el hecho de que nos hayan ordenado presentarnos en la SM esta noche no es una buena señal.

—¿A quién le importa? —murmuró por fin Changmin entre dientes.

Yunho volvió la vista hacia su compañero, mirándolo sorprendido, y luego volvió a clavar la vista en la carretera.“Sí, por supuesto” pensó “¿A quién le importa?” 

—Obviamente a ti. No lo hubieses hecho si no tuviese importancia.

—Hice lo que querían. Lo que debía hacer. No pueden reprocharme nada —dijo obstinado, con la vista clavada en las manos que mantenía entrelazadas en el regazo—. Mentir en esas cuestiones era absurdo. Ellos tienen copias del contrato, pueden probar que tienen razón. Llevarles la contraria sólo haría menos creíbles nuestras declaraciones, porque seguro que considerarían que, si mentimos en eso, mentimos en el resto.

—¡Es que mentimos en todo, Changmin! —replicó Yunho, elevando violentamente la voz— ¿Cuál es el punto? Al fin y al cabo todo esto fue idea tuya.

—Sí, pero el tribunal no lo sabe. El trato era ser convincentes, que nos creyeran. Ese era el modo de lograrlo.

—Sí, claro —Yunho sonrió irónicamente, con los ojos fijos en el asfalto—. Porque tu afirmación de que nunca hemos hablado de nuestros contratos ni de las cosas que denuncian de la compañía ha sonado de lo más convincente.

Changmin no contestó. Se limitó a quedarse en silencio, con los ojos aun fijos en sus manos entrelazadas, y Yunho volvió a suspirar, tratando de liberar toda la tensión que todavía sentía en el cuerpo. No, para ninguno de los dos era fácil, y ambos sabían que ni siquiera se acercaba a lo peor que podía pasarles. A lo que ambos habían consentido en aceptar. Si hubiese estado en sus manos...

Sacudió la cabeza, tratando de alejar ese pensamiento. Eso no ayudaba a nadie. Ya se había flagelado lo suficiente por verse obligado por las circunstancias a hacer cosas que no quería, ni para él ni para su dongsaeng, y mucho menos para el resto de sus compañeros. No podía hacer las cosas solo, como siempre le habían enseñado. No podía llevar el peso del mundo sobre sus hombros sin perder el equilibrio, sin una mano amiga que le ayudase y le diese aliento cuando todo fallaba. Porque estando solo todo ese peso acaba aplastándote, destruye todos tus huesos lentamente hasta que no pueden sostenerte y al final desgarra tus músculos cuando cada hueso se quiebran sin solución. Jaejoong se lo había hecho ver en el pasado. Y Changmin había apelado a toda la lógica que era capaz de convocar para recordárselo.

—Es igual, Changmin —dijo Yunho, con un tono de voz tan suave y calmado que parecía que en ningún momento hubiese elevado la voz—. Es igual lo que hayas dicho, porque evidentemente no podemos volver el tiempo atrás. Pero procura recordar por qué hacemos esto. Es ahora cuando debes ser realmente convincente.

Nuevamente su compañero guardó silencio, y Yunho no trató de volver a hablar. No había fuerza en el mundo capaz de hacer que Changmin hablase cuando estaba decidido a no hacerlo. Mucha gente pensaba que lo hacía porque no tenía nada que decir, pero no se trataba de eso. Era pura obstinación, decisión y firmeza. Sólo Jaejoong había sido capaz de quebrarla en el pasado, pero Yunho sólo podía dar gracias de que en ese momento su amigo no estuviese ahí. Porque si estuviese ahí, si supiese lo que habían hecho...

No quería ni pensarlo.



~o0o~—



—Lo habéis hecho muy bien —dijo Kim Joungmin sonriendo, sentado tras el escritorio de una oficina que ni siquiera era la suya.

Cualquier persona habría considerado eso un cumplido, y se hubiese relajado. Pero Changmin y Yunho permanecieron de pie, sin moverse y sin variar su semblante, mirando fijamente al presidente de la compañía. Lo conocían demasiado bien como para saber que no iba a acabar ahí, que tras esa sonrisa falsa se escondían demasiadas cosas, un abismo interminable de pensamientos que no solían deparar nada bueno para ellos. Nunca, ni una sola vez desde que había tomado el cargo, los había felicitado sin buscar algo, sin tener algún propósito específico que solían desconocer pero que sabían que estaba ahí.

Esa no iba a ser la primera vez.

Que los hubiese mandado llamar después del juicio era una mala señal, fundamentalmente porque él había estado ahí, observando sus declaraciones en silencio, a apenas unos pasos de ellos, y ni siquiera se había dignado a decírselo en persona. Había sido su secretario quien los había llamado mucho después de que Joungmin hubiese abandonado el edificio, y en su voz habían podido distinguir ese matiz frenético que siempre tenía cuando el presidente estaba de mal humor.

Que los citase precisamente en esa oficina que conocían tan bien no podía ser casualidad. Ese había sido el despacho de su manager, el de los cinco, el mismo que misteriosamente había desaparecido de la compañía tras declarar en el primer juicio sobre el carácter ingobernable que tenían Jaejoong, Yoochun y Junsu y su poca predisposición a acatar las normas.

Y que estuviese acompañado de los miembros más importantes —y peligrosos— de la junta directiva, a esas horas de la noche, desde luego no presagiaba nada bueno para ellos.

—Sí —volvió a decir el hombre, todavía con esa sonrisa siniestra pintada en la cara—, habéis estado realmente convincentes; semblante serio, tono seguro, mirada firme... Y las declaraciones... justas. Muy creíbles.

La sonrisa del hombre se hizo todavía más amplia al tiempo que sus ojos parecían hacerse más brillantes tras las gafas, dándole un aspecto aun más siniestro y desquiciado. Lo que quiera que le estuviese pasando por la cabeza parecía terriblemente divertido, pero en la atmósfera no se respiraba ni un ápice de diversión. Los tres hombres que lo acompañaban estaban mortalmente serios, y los fulminaban con la mirada de un modo que no pegaba para nada con las amables palabras del presidente.

Estaban bien jodidos.

Changmin sintió a Yunho ponerse más tenso a su lado, si es que era posible, e inclinarse levemente hacia él, cambiando el peso del pie derecho al izquierdo. Su posición era levemente más adelantada que la propia y Changmin hubiese jurado que lo que su hyung pretendía era ocultarlo. En cualquier otro momento ese afán protector de su compañero le habría parecido gracioso y se habría burlado de él hasta la saciedad. Pero en ese instante todo lo que quería era apoyar la mano en su hombro y darle las gracias por todas las veces que en el pasado se había interpuesto entre él y cualquier mínimo problema que tuviese.

Sin embargo, no hizo ninguna de las dos cosas. Changmin volvió a clavar la vista en el presidente al tiempo que este volvía a hablar.

—No obstante —dijo Joungmin, cambiando ligeramente el tono de voz—, el trato no era que dijeseis lo justo para salir del paso, sino que dejaseis a vuestros compañeros como completos mentirosos, en todas y cada una de las facetas en las que hiciesen hincapié los abogados. Y tu, Changmin, no lo has cumplido.

—Eso no es... —comenzó Yunho.

—Hice lo que había que hacer —lo interrumpió Changmin, ahora sí apoyando una mano en su hombro izquierdo para hacerle callar—. Ellos tienen pruebas, copias de los contratos que dejarían a la compañía como una embustera si mentimos acerca de ellos.

Había estado seguro de que esas palabras harían enfurecer al presidente, mas todo lo que hizo fue seguir sonriendo y echarse hacia atrás en su asiento, completamente relajado.

—Eso no debería ser ni remotamente asunto tuyo —dijo con ese tono suave y peligroso que nunca presagiaba nada bueno—. Tenemos abogados por un buen motivo. Ellos son los que se tienen que encargar de que la imagen de la empresa ante el tribunal sea buena, de la transparencia y efectividad, de los contratos perfectamente legales que vuestros compañeros aparentemente han firmado...

Ni a Yunho ni a él les pasó inadvertido el énfasis que había puesto en la palabra. Su compañero apretó levemente los puños a sus costados al darse cuenta de lo que implicaba esa última frase: que no sólo ellos habían mentido. Que la compañía también pensaba hacerlo, que habían creado pruebas en contra de los otros tres, que los iban a difamar, a descalificar y a enredar en su telaraña para que no pudiesen escapar jamás... Changmin no era tonto, y por supuesto había dado por sentado, al igual que Yunho, que todos iban a mentir, no sólo ellos. Pero no había contado con que se inventaran pruebas. Claro que, si el perjurio era un delito y lo cometían cada vez que ponían un pie en los tribunales, ¿Por qué no iban a ser capaces también de crear pruebas y más pruebas en su contra?

Entrecerró los ojos y atravesó con una mirada furiosa al presidente. Lo odiaba, más incluso de lo que había odiado a su predecesor, y a las personas que habían hecho su vida un infierno. Pero estaba aun más furioso consigo mismo por no haber pensado siquiera en la posibilidad de que hiciesen algo tan rastrero.

—Sólo pensé que sería mejor no afirmar cosas que no se podían probar —replicó Changmin, en un tono frío y seco—. Nadie nos avisó de todo esto.

En un rápido movimiento el hombre se inclinó hacia delante, toda diversión olvidada, y en un tono mucho más elevado del habitual, gritó:

—¡Es que no se te paga por pensar!

Su brusco movimiento hizo reaccionar a Yunho de forma instintiva, que se movió un paso hacia la izquierda para esconderlo aun más de la vista al mismo tiempo que decía.

—No lo hizo con mala intención. Pretendía que el tribunal lo creyese, eso es todo.

Joungmin se puso en pie, con su sonrisa siniestra de vuelta, y toda la crueldad que había en su interior se reflejó en su voz cuando dijo:

—Puede ser todo, pero ni remotamente es suficiente. El trato era muy claro, y lo habéis incumplido.

Changmin oyó cómo la puerta se abría tras ellos, y se giró violentamente, en guardia, esperando lo peor.

Aun así no fue lo suficientemente rápido.

El primer golpe lo sorprendió, dejándolo sin aliento. El puño del hombre más bajo se estrelló contra su estómago con una fuerza que no concordaba con su aspecto, y que lo hizo trastabillar. Reculó hacia atrás, un pequeño paso para estabilizarse, y trató de buscar a Yunho con la mirada, pero antes de que pudiese encontrarlo otro puño golpeó su espalda, haciendo crujir sus huesos sonoramente. De forma instintiva sus manos se movieron mientras apretaba los dientes con fuerza. No quería defenderse, no quería darles motivos para que la paliza fuera más grande, como sabía que sería, más dura, pero no pudo controlarse. Sus manos trataron de obstaculizar al hombre que tenía delante interceptando sus puños, pero no lo logró. Un golpe a su costado derecho volvió a desequilibrarlo, y cuando trató de no caerse oyó el profundo gemido de Yunho, desde algún punto a su izquierda.

Ese sonido fue más doloroso que el golpe. Nuevamente trató de encontrarlo, de verlo aunque fuese un pequeño instante... Pero uno de los hombres le tapó la vista y volvió a golpear su estómago con fuerza.

Apretó los dientes y cerró los ojos, tratando de no emitir ningún sonido, intentando evadirse con el recuerdo de por qué aceptaba eso, por qué no se defendía cuando era más fuerte que al menos uno de ellos. Pero no fue capaz de pensar más que en el dolor cuando sintió una patada contra su gemelo izquierdo que lo hizo caer de rodillas. Y cuando oyó otro grito quedo que le perforó el alma.

Ahogó el gemido que trataba de escapar de su propio pecho, aun cuando su boca se había abierto para gritar, y entonces el puño del hombre que tenía enfrente se estrelló contra su mandíbula, haciéndole cerrar la boca de golpe y atrapando la lengua entre sus dientes.

Sintió como las sangre inundaba su boca mientras otra patada golpeaba su espalda con fuerza, haciéndole perder la posición que tenía. Dolía, dolía demasiado, y no solamente de un modo físico. Cayó hacia delante sobre el suelo frío, demasiado rápido como para amparar la caída con las manos. Su mandíbula crujió cuando chocó contra las baldosas y fue incapaz de inspirar debido a la presión repentina de su pecho.

¿Cómo podía ser tan idiota?

Un puño se estrelló contra su hombro unos segundos antes de que un pie descendiera fuertemente sobre uno de sus mulos, ni siquiera podía discernir cual. Escupió, tratando de respirar, todavía con los ojos fuertemente cerrados. Todo eso era por su culpa, se lo merecía, pero Yunho...

¡Dios, Yunho!

El grito de su compañero le perforó los tímpanos. Atroz, gutural, salvaje. Su voz ronca inundó la sala cuando uno de los hombres sacó un látigo y comenzó a golpear a su líder con él. Changmin apretó los puños e intentó arrastrarse hasta su amigo. Tenía que llegar. Tenía que estar con él. Era culpa suya.

Escuchó, más que sintió, un fuerte crujido en su propio antebrazo, seguido de un latigazo de dolor que lo paralizó por completo. Y entonces, sin poder controlarlo por más tiempo, gritó también, fuerte y guturalmente, mientras se agarraba la muñeca con la otra mano, girando sobre sí mismo.

La pierna impactó entonces sobre su vientre. Una vez. Otra. Y otra más. Changmin era incapaz de coger aire, mientras gemidos lastimeros escapaban de su boca. No era capaz de controlarlos. No tenía control sobre esos hombres, sobre sus acciones, ni sobre las reacciones de su propio cuerpo. Y ahora ni siquiera podía controlar la voz. Y nuevamente trató de escapar de ahí, de pensar en otra cosa, en algo que no tuviese nada que ver con esa atroz paliza. Se la merecía.

Se la merecía...

Volvió a gemir al sentir como sus pantalones se humedecían quitándole por completo toda la dignidad que pudiese quedarle. Cerró los ojos con fuerza al sentir otra patada y otro puño estrellándose contra su cuerpo. Otro latigazo de dolor, otro espasmo incontrolable. Sus ojos se humedecieron contra su voluntad y por más que trató de impedirlo, pequeñas lágrimas comenzaron a deslizarse por sus ojos.

No le quedaba nada. Su fuerza lo había abandonado, su cuerpo no reaccionaba, su mente no le obedecía, y no había nadie con él. Nadie lo consolaría ni le ayudaría a curarse. Nadie se enfurecería por lo que había pasado. Nadie trataría de distraerlo y nadie le gritaría lo idiota que era.

Nadie. Porque Yunho estaría igual o peor que él. Por su culpa. Por sus malditas ideas. Y lejos de consolarse mutuamente eso les iba a recordar lo solos que estaban. Todo lo que habían perdido. Todo lo que quizás no recuperasen nunca...

Ese dolor en su alma era mucho, mucho más fuerte que el físico.

Su último pensamiento antes de perder el conocimiento fue que una vida así no merecía la pena.



~o0o~—



El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura en este momento.”

Jaejoong colgó, completamente frustrado. Era la quinta llamada que hacía esa mañana —sin contar las que había hecho la noche anterior, que ni siquiera llevaba la cuenta—, y el resultado había sido exactamente el mismo. Móviles apagados, y el teléfono de casa comunicando. Como si estuviesen hablando continuamente... o lo tuviesen descolgado.

Jae sabía que no debía preocuparse, que probablemente SM los había incomunicado por completo durante el tiempo que durase el juicio para asegurarse de que “no les metiesen ideas en la cabeza.” Pero no podía dejar de hacerlo. Porque si bien era cierto que Yunho solía olvidarse con frecuencia de cargar el móvil, Changmin no. De hecho su dongsaeng siempre llevaba en la mochila un cargador por si la batería se le terminaba estando lejos de casa.

¿Podrían haber cambiado de número? Era posible que la compañía los hubiese obligado a romper todo vínculo con el que pudiesen relacionarlos, cualquier medio que tuviesen ellos tres para contactar con sus ex compañeros. Al fin y al cabo la última vez que habían hablado databa de tres meses atrás, y la conversación, la discusión, no había durado demasiado. Una repetición de las mil que habían tenido anteriormente, él tratando de hacerlos razonar, de que comprendiesen que la compañía nunca iba a apoyarlos realmente, y ellos reiterando que sin sus medios nunca podrían volver a hacer lo que les gustaba, nunca podrían volver a estar sobre un escenario ante miles de personas. Algo que querían seguir haciendo junto a ellos.

Jaejoong siempre terminaba emborrachándose tras esas llamadas, y sólo el estar con Yoochun o Junsu podía lograr calmarlo un poco. Muy, muy poco. Porque por mucho que desease estar con ellos no era suficiente. No tenía el calor de Yunho para abrazarlo con fuerza y asegurarle que todo estaba bien, que él se encargaría de que nada saliese mal. Y no tenía la sonrisa torcida que Changmin siempre ponía cuando planeaba una broma pesada para hacerle a Junsu. Yoochun era la calma, y Junsu la racionalidad. Le faltaba la seguridad y la diversión...

Suspiró, tratando de alejar esos pensamientos que tanto dolían, que eran como dardos envenenados atravesando su alma. Tenía que conseguir hablar con ellos, aunque fuese un instante, un pequeño momento. Aunque colgasen inmediatamente al saber que era él...

Necesitaba oír sus voces. Tanto como necesitaba respirar.

Volvió a coger el teléfono y marcó un número distinto esa vez. Sabía que Kyuhyun ni siquiera estaba en Corea, que estaba en China promocionando el nuevo disco de Super Junior M, pero tenía que lograr al menos hablar con él. Si había alguien que sabría en qué situación estaba Changmin, ese era Kyuhyun. Y tal vez Minho.

La línea sonó un par de veces antes de que la voz adormilada de Kyuhyun preguntase:

—¿Jaejoong-hyung?

—Kyuhyun —saludó, aliviado de que alguien descolgase por fin—. Siento molestar, pero necesitaba hablar contigo.

No respondió inmediatamente. El miembro de SuJu permaneció en silencio unos instantes, como si estuviese considerando sus palabras, y luego respondió de forma seca:

—No.

—¿Perdón? —preguntó, completamente extrañado.

—No necesitas hablar conmigo. Lo que quieres es hablar con Changmin. O con Yunho. Lo que significa que has intentado localizarlos y no has sido capaz. No puedo ayudarte con eso.

Jaejoong suspiró, cerrando los ojos. En otro momento le hubiese molestado resultar tan obvio, que alguien a quien hacía años que no veía fuese capaz de leerlo tan bien, pero en ese momento todo lo que quería era su ayuda. Nada más importaba.

—Kyuhyun... por favor —suplicó, con un tono de voz que no parecía el suyo—. Sólo quiero... necesito saber cómo están. No cogen el teléfono, no responden los mails. Supongo que SM les habrá dado otros números, pero...

—Espera, espera —lo interrumpió el maknae de Super Junior—. No te aceleres que la cosa no es así. Hasta donde yo tengo entendido la compañía no les ha dado nuevos teléfonos. Básicamente porque pienso que lo consideran un desperdicio teniendo en cuenta lo poco que están trabajando...

Jaejoong frunció el entrecejo, y su preocupación se multiplicó por dos. Si no tenían nuevos teléfonos quizás significaba que realmente no querían saber nada de él. De ellos. Que habían adivinado que él llamaría y no querían tener que escuchar en su voz las mismas palabras de siempre, la misma torpe discusión que nunca los llevaba a ninguna parte... Quizás se habían cansado de esperar una solución y habían decidido apartarlos, dejarlos de lado con todas esas declaraciones. Quizás...

Se mordió el labio inferior, tratando de alejar esos pensamientos. Se negaba a creerlo. No de su Changmin. No de su Yunho.

—He intentado llamarlos —dijo despacio, con la voz completamente rota—. No responden, Kyuhyun. Ni una maldita vez ha sonado siquiera la llamada. Siempre apagado. Siempre fuera de cobertura. Yo...

La voz se le quebró, incapaz de continuar hablando, y al otro lado de la línea volvió a hacerse el silencio. Ambos permanecieron así unos minutos, con el auricular pegado a la oreja, escuchando la respiración del otro a través del aparato. Finalmente fue el maknae quien rompió el silencio.

—Ayer fue la visita, ¿no? —preguntó repentinamente—. Mierda. Que Changmin tenga el móvil apagado no es normal —dijo, casi como si estuviese hablando para sí mismo—. Jaejoong, ¿Cuántas veces has llamado?

—Lo intento desde ayer por la noche —respondió, con un nudo en la garganta ante las palabras de Kyuhyun.

—Mierda, mierda. Joder.

—¿Qué pasa, Kyuhyun? ¿Qué es lo que sabes? —preguntó, comenzando a alterarse.

Desde luego esa no era la reacción que esperaba. Que se negase a contarle algo, sí. Que se burlase o le echase en cara que se hubiesen ido, también. Pero que se alterase de la manera en que parecía haberlo hecho... Kyuhyun no era alguien con tendencia a alterarse, ni siquiera una persona que se preocupase excesivamente. Si esa información lo había puesto así...

—Jaejoong, prometí no contar nada. Joder, prometí no decir ni una palabra si esto ocurría. Pero te aseguro que en las últimas personas en quienes están pensando son ellos mismos.

—¿Qué mierda quieres decir, Kyuhyun? —preguntó, alzando la voz—. No puedes decirme algo así y pretender que me quede tranquilo. Joder, Kyuhyun, ¿Qué está pasando?

Su corazón latía a una velocidad muy superior a la normal, y sentía cómo las palmas de sus manos se humedecían, a pesar de sentirlas heladas. Algo había pasado, estaba seguro. No podía precisar el qué, puesto que tanto Yunho como Changmin habían hecho, a grandes rasgos, las declaraciones que SM quería. Pero Jaejoong conocía a la compañía, había vivido lo suficiente en ella como para saber el tipo de cosas que hacían en la sombra. Y si algo les había pasado a Changmin y a Yunho...

Apretó con más fuerza el teléfono mientras sentía cómo la mano le temblaba.

—Changmin me mataría si te dijese algo —respondió Kyuhyun—. Pero... ahora que lo pienso, no ha dicho nada de su diario —su tono de voz cambió drásticamente cuando agregó—. Hace tiempo que Changmin escribe un blog de uso privado. Lo sé, porque lo he visto escribir en él alguna vez, mientras esperábamos en su casa a que llegase Minho. Lo que él no sabe es que yo he descubierto su contraseña... ¿A que es mejor que nada?



~o0o~—



—Oye Jaejoong, ¿qué...

Yoochun se calló al darse cuenta de que la habitación estaba vacía. Jaejoong no había abandonado desde la noche anterior la casa que él y Junsu compartían, probablemente deseando estar acompañado de las únicas personas que podían entender y compartir cómo se sentía. Su soulmate se había negado sistemáticamente a vivir con ellos, porque para él, vivir en una casa donde faltaban Yunho y Changmin, una casa donde compartir todo lo que eran, pero sin ellos, no tenía sentido. Era su modo de poder seguir adelante, igual que Junsu y él habían buscado el suyo. Jaejoong no volvería a vivir con ellos a menos que fuesen cinco de nuevo.

Sin embargo, había ocasiones en que el dolor se hacía tan grande, tan insoportable, que su compañero no podía evitar buscarlos y regodearse en él. Ocasiones en las que pasaba días con ellos, encerrado en casa sin pisar para nada la calle. Nunca lo decía en voz alta, ni quería dejar que Junsu y él lo notasen, pero ambos lo sabían. Porque casi podían oír su interior resquebrajándose poco a poco, como un castillo de naipes que se desarma al más mínimo soplo. Y el modo desesperado en que se aferraba a ellos, como si no hubiese un mañana, no podría engañar a nadie.

Junsu y él siempre se quedaban fatal tras esas visitas, porque entonces se hacía más evidente todo lo que habían cambiado, lo distintos que eran los tres desde que habían dejado la SM hacía casi cuatro años. Seguían riendo, y seguían haciendo todas las cosas que hacían antes, pero de un modo vacuo y sin sentido. No era de verdad, de esas carcajadas que te hacían saltar las lágrimas cuando Changmin y Jaejoong se peleaban por cualquier idiotez, ni los abrazos eran tan cálidos y reconfortantes como esos con los que Yunho te envolvía a la mínima oportunidad.

El día anterior había sido difícil para todos, y la noche demasiado larga. Sobre todo porque ni siquiera habían tenido fuerzas para hablar, y todo lo que habían hecho era permanecer en silencio y centrarse en el alcohol hasta que todas las botellas que había comprado Junsu quedaron vacías. Al final habían terminado durmiendo todos juntos en el salón, Junsu en un sofá y Jaejoong y él en el otro. O bueno, su hyung lo había intentado, pero Yoochun estaba seguro de que ni siquiera había dormido una hora completa. Lo delataban sus ojeras, y el modo compulsivo en que miraba el teléfono móvil cada pocos minutos.

Los había llamado. Yoochun no lo había visto hacerlo, pero lo sabía. Igual que podía adivinar, por su nerviosismo creciente, que ellos no habían respondido. Aun así, había fingido frente a Jaejoong, evitando el tema porque, ¿Que podía decirle? ¿Que no se torturase? ¿Que la SM los tendría incomunicados? ¿Que seguían siendo Yunho y Changmin? Eso ya lo sabía. Y si aun así lo había hecho era porque lo necesitaba. Yoochun no podía meterse en eso porque lo entendía demasiado bien.

A pesar de ello, Yoochun había esperado que Jaejoong se sincerase con él, como había hecho tantas veces en el pasado. Eso no hacía las cosas más fáciles, para ninguno. Pero era importante para ambos. Sin embargo, su soulmate se había encerrado en el cuarto de trabajo de Junsu un poco después de desayunar y no había vuelto a salir de ahí.

O bueno, eso había pensado, porque era evidente que en algún momento Jaejoong había salido y ni Junsu ni él se habían dado cuenta.

Yoochun frunció el entrecejo al revisar la sala vacía, tratando de adivinar a dónde podía haber ido su hyung. Era raro que abandonase la casa tras pasar una noche ahí. Siempre que se decidía a quedarse con ellos, solía ser por periodos de cuatro o cinco días, y cuando se marchaba, después del encierro, siempre lo hacía después de anochecer. No le gustaba la luz directa del sol cuando su interior era tan sombrío.

Además, daba la sensación de que hubiese salido con mucha prisa. Su móvil estaba sobre la mesa, completamente olvidado, y ni siquiera se había molestado en apagar la pantalla del ordenador. ¿A dónde habría ido con tanta prisa?

Yoochun negó levemente con la cabeza y se acercó. Si Junsu veía su ordenador encendido, gastando energía innecesariamente, era posible que se enfureciese. Y ninguno de ellos quería ver a Junsu furioso. Pero cuando estuvo lo suficientemente cera, su nombre escrito en la pantalla, en medio de una frase, le saltó a los ojos como si estuviese escrito en luces de neón. Y la curiosidad sobre lo que Jaejoong había estado leyendo fue demasiado fuerte como para ignorarla.

...si pudiese elegir a alguien a quién contárselo, ese sería Yoochun. Porque ante todo me escucharía. Jaejoong pondría el grito en el cielo en cuanto oyese la palabra ‘represalia’ y nos reprendería hasta el agotamiento, y Junsu estaría de camino a la SM mucho antes de que hubiésemos terminado de hablar. Probablemente Yoochun se enfureciese también, y gritase lo absurdo y ridículo que le parecía semejante plan, pero me escucharía primero. Y poder decir ciertas cosas en voz alta a alguien que sé que a pesar de todo estaría ahí para mi... Ni siquiera puedo expresar lo que significaría.”

Yoochun abrió mucho los ojos, sorprendido por ese pequeño párrafo. ¿Qué demonios era eso? Con el corazón a mil por hora por el modo en que estaba expresado ese texto —un “tono” que le sonaba sumamente familiar—, subió el cursor hasta el inicio de la página. Era un blog, uno como los miles y miles que había en internet, pero a diferencia de la mayoría no tenía títulos rimbombantes, fotos y un millar de secciones que visitar. Era muy escueto. Letra blanca sobre fondo negro, uniforme y sencillo, sin ningún enlace, foto o publicidad que distrajera la atención. Y por título una única palabra que hizo que el corazón de Yoochun se saltase un latido: Minnie.

¿Ese blog pertenecía a su dongsaeng? Por algún motivo se le hacía difícil creer que Changmin, su introvertido Changmin, escribiese un blog, y mucho menos utilizando tal nombre cuando odiaba tanto que Junsu, Jaejoong y él lo llamasen así cuando querían molestarlo. Pero la forma en que estaba escrito... el modo en que los mencionaba, en que adivinaba sus reacciones con tanta seguridad...

Yoochun tragó saliva y fue bajando el cursor, lentamente esta vez. Las entradas comenzaban a finales del 2009, cuando parecía haber sido creado el blog, y el candadito que había justo al lado de cada una de ellas, junto a la falta de comentarios, indicaba el uso privado que se le estaba dando.

Eso sí era propio de Changmin.

El corazón de Yoochun comenzó a latir más deprisa en cuanto comprendió que Jaejoong había estado leyendo eso. No quería saber cómo había logrado entrar, ni lo mucho que probablemente se enfurecería Changmin si sabía que habían violado su intimidad de ese modo. Pero sí necesitaba saber qué era lo que su soulmate había encontrado ahí para que saliese del apartamento sin ni siquiera darse cuenta de que se había dejado el móvil. Jaejoong nunca se separaba de su teléfono.

Volvió a bajar a toda prisa hacia las entradas más recientes y paró el cursor al llegar a la última, que comenzaba justo después de lo que había leído. Databa del día anterior a la vista.

“12/9/2012


Estoy realmente preocupado, no tiene sentido negarlo. Por muchas veces que lo haga ante Yunho, intentando hacerle ver que es sólo un paso más hacia lo que queremos. No lo es. No cuando son ellos los que estarán en frente nuestra, oyendo cada una de nuestras palabras, tal vez creyéndolas... He intentado mentalizarme, visualizar la situación, aprender de memoria todas y cada una de esas respuestas que la SM requerirá de mi, pero... no puedo anticipar cómo será tenerlos delante. ¿Qué nos encontraremos? ¿Al Jaejoong comprensivo que nos apoya a pesar de todo? ¿El Junsu carismático capaz de arrancarle una sonrisa a cualquiera? ¿El Yoochun cálido dispuesto a bromear hasta en el momento más insospechado?

Difícilmente. Y sin embargo, por más que trato de ponerme en lo peor, sólo esas imágenes acuden a mi mente, las de todos esos momentos en los que me quejaba de la pesadez de Jaejoong, de lo infantil que podía resultar Junsu y de lo extraño que podía llegar a ser el humor de Yoochun. ¿Cómo puedo llegar a extrañar tanto las cosas de ellos que más me molestaban? ¿Por qué son las cosas que más recuerdo?

Soy un idiota.

Pero por muy difícil que sea para mi, para Yunho será mil veces peor. Ni siquiera puedo contar todas las veces que lo he visto murmurando sus nombres, como si fuese un mantra que no quisiese olvidar; o la expresión desgarrada de su rostro una vez que cruza el umbral de casa y puede volver a ser él mismo de nuevo... Es evidente que sigue culpándose, que sigue atormentándose por todo lo que no ha podido hacer, por todo lo que no es. Y ni siquiera me da la oportunidad de hablar con él, porque sabe que le gritaría lo gilipollas que es por pensar así.

Es culpa nuestra. De todos. ¿De qué sirve que Yunho y yo tuviéramos razón? Hubiésemos preferido equivocarnos, leer en las noticias y escuchar en radio y televisión que nuestros compañeros estaban triunfando, que estaban sacando discos, haciendo conciertos, dramas, musicales... Hubiésemos sido las personas más felices de Asia...

Pero no han podido. Todo cuanto han intentado ha sido inútil, como dijimos. Y es hora de hacérselo ver, aunque no quieran aceptarlo.

Los necesitamos. Nos necesitan.

¿Podremos hacerlo? ¿Podremos mirarlos a la cara, después de tanto tiempo, y mentir como si no importasen? ¿Cómo si fuésemos los más felices dentro de la SM?

Debemos. El trato está hecho. Es el precio a pagar por que puedan volver a la SM sin represalias. Sin sermones, sin malas caras, sin castigos... El precio por volver a ser cinco.

Nunca, nunca, deben enterarse de que todas las represalias por lo que han hecho, físicas o monetarias, las pagaremos Yunho y yo. Que sus palabras, sus testimonios, nos condenarán. Tanto como los fallos propios.

Volveremos a ser TVXQ. Y después... nada importa.”


Repitiendo, aunque sin ser consciente de ello, la acción de Jaejoong, Yoochun empujó la silla y se puso en pie, sin ni siquiera molestarse en apagar el ordenador. Tenía un nudo atenazándole el pecho, impidiéndole respirar normalmente y calmar el alocado ritmo de su corazón. Si todo lo que ponía Changmin era cierto, si en realidad habían hecho ese trato...

Jaejoong había tenido un mal presentimiento, por eso su insistencia en llamarlos aun cuando no le habían respondido. Y Junsu había intuido algo durante la vista, por eso no se había cabreado tanto como Yoochun temiera en un principio. Por eso le había dado tantas vueltas al asunto. Ambos habían sido más perceptivos que él...

Maldijo entre dientes, mientras cogía las llaves de la mesa con dedos temblorosos, y gritó:

—¡JUNSU!

La voz le salió ronca y quebradiza. Demasiado. Tanto que no parecía su propia voz, y temió tener que repetir el grito. Su amigo salió de su habitación, extrañado por la repentina llamada, y cuando vio su rostro su semblante cambió por completo.

—¿Qué...? —comenzó a preguntar, preocupado.

Mas no lo dejó terminar. Con una voz que casi parecía un gemido de dolor, pronunció:

—Yunho. Changmin.

Junsu no necesitó nada más. Todo lo que Yoochun sentía se reflejaba perfectamente en su cara y en su tono, y su compañero lo había entendido a la perfección. Sin hacer ningún tipo de pregunta, Junsu cogió su abrigo del sofá, y lo siguió a través de la puerta.



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